Edad de Bronce


Motillas: el Bronce Manchego 2.000 a.C - 800 a.C.




El inicio de la Edad del Bronce tuvo lugar aproximadamente en el 1.800 a. C. que es cuando se asiste a la presencia de la aleación cobre/estaño y a la generalización en el uso del Cobre. (Wikipedia)

 

Bronce Manchego es la denominación historiográfica genérica de una subdivisión espacial y temporal de la Prehistoria en la península ibérica también conocida como Cultura de las Motillas.

 

Son grupos humanos sedentarios, que basaban su sustento en la ganadería y la agricultura, ocuparon el territorio actualmente conocido como La Mancha (gran parte de la provincia de Ciudad Real, prácticamente toda la de Albacete y parte de las de Toledo y Cuenca) a partir del Calcolítico constituyendo uno de los sustratos indígenas que dio origen a la cultura íbera.

 

Se la conoce como la “Cultura de las Motillas”, por ser la motilla el yacimiento más característico. Sin embargo,  Nieto y Sánchez Meseguer (1988) propusieron cambiar este término por el de “Bronce de La Mancha”, por entender dichos investigadores que este término es más apropiado ya que permite englobar dentro de él las diferentes modalidades culturales que se desarrollaron en la Edad del Bronce en esta zona, frente al término restrictivo de cultura de las Motillas que sólo hace alusión a una de sus manifestaciones culturales.

 

Esta cultura arqueológica se caracterizó, principalmente, por la construcción de asentamientos fuertemente fortificados que han dado origen a topónimos locales: motillas, morras y castillejos. De entre éstos, las denominadas "motillas" son eminencias topográficas que destacan sobre la llanura manchega. Su excavación ha demostrado que estaban formadas por viviendas apretadas dentro de cinturones de murallas concéntricas en varios niveles escalonados, dando una apariencia de cerro artificial al asentamiento que facilitaba su defensa frente a las invasiones y el control efectivo del territorio circundante (de manera similar a los tell del Oriente Próximo).

Morra de Azuer
Morra de Azuer

 

En un principio se creyó que el Bronce Manchego era el resultado de la expansión hacia el interior de la península de los grupos argáricos, pero sucesivos estudios mostraron que tenía características propias.

 

Algunos autores habían llegado a considerar las morras y motillas como enormes túmulos funerarios pues dentro de ellos se encontraban restos humanos enterrados intencionadamente.

 

Actualmente se tiende a caracterizar el Bronce Manchego como un horizonte cultural diferenciado aunque con fuertes relaciones con los Bronces argárico y valenciano.

 

A pesar de que su estudio está incluido en la Edad del Bronce, uno de los rasgos característicos del Bronce manchego, curiosamente, es la baja presencia (nula o casi testimonial en algunos yacimientos) de utillajes de bronce, frente a los fabricados con la aleación de cobre y arsénico o los de cobre sólo.

 

Su tipología es similar a la argárica. La cerámica es bastante homogénea, habiendo pocas variaciones a lo largo de este periodo. Los modelos son diferentes de los argáricos: vasos globulares o carenados, lisos en su mayor parte, aunque también presentan decoraciones de cordones, mamelones y digitaciones.

 

El ritual funerario es similar al argárico, enterrándose normalmente de manera individual, en fosas, cistas o pithoi, con ajuares relativamente sencillos. Recientemente se han descubierto enterramientos en Castillejo del Bonete, un conjunto monumental integrado por varios túmulos funerarios orientados astronómicamente. La presencia de objetos de marfil indica la existencia de un comercio a larga distancia.

 

Los asentamientos de esta cultura son muy numerosos y, aunque dispersos y extendidos por un amplio territorio, mantenían relaciones entre sí creando agrupaciones de asentamientos.Tenían equidistancias de 4 a 5 kilómetros entre unos y otros, según las zonas, pero siempre manteniendo el contacto visual. Se distribuyen por las vegas de los ríos, zonas llanas y fácilmente inundables y por las zonas palustres deprimidas, donde hasta época reciente era muy frecuentes la existencia de los típicos humedales y lagunas manchegas.

 

En casos como el de El Acequión (Albacete) el poblado es, prácticamente, una isla artificial (crannóg). Las mayores concentraciones de asentamientos estudiados están en el término municipal de Daimiel (Motillas del Azuer, las Cañas, Zuacorta, Casa del Cura, de la Vega Media, de la Albuera, Daimiel y de la Máquina) y en las lagunas de Ruidera (hasta 23 de distinta tipología y a una distancia visual, en algunos casos, de sólo 1 kilómetro). Son muy numerosos los que quedan por investigar y, se supone, por descubrir en la cuenca media y alta del Guadiana y sus afluentes (Munera, El Bonillo, Lezuza, Villarrobledo, Argamasilla de Alba, Tomelloso). Sólo en la provincia de Albacete se conoce el emplazamiento seguro de unos 300 asentamientos.

 

Los poblados han sido divididos en dos tipologías:

- Las motillas, eran una especie de fortalezas circulares dispuestas en anillos concéntricos en torno a una gran torre central, con viviendas en su interior y exterior. Actuaban como lugares centrales de un área agrícola y su principal recurso consistía en el control del agua mediante profundos pozos.

 

- Las morras, también circulares y de pequeño tamaño, y los castillejos, mayores, se situaban en mesetas elevadas y, a veces, presentan también fortificaciones y edificios singulares.

 

Algunos autores han llegado a distinguir hasta cinco tipos (facies) de asentamientos diferentes:

  • Facies cuevas: No son los más usuales por la propia falta de cuevas grandes en amplias zonas de La Mancha. Sin embargo, en algunos lugares donde sí existen se ha constatado la presencia de asentamientos propios de esta cultura, aunque existe el debate sobre si deben o no incluirse en ella.
  • Facies fondos de cabaña: Se trata de poblados en llano, normalmente de carácter estacional con viviendas construidas con materiales no permanentes y de los que sólo suele quedar la planta de la cabaña.
  • Facies motillas y facies morras: Aunque las diferencias entre ambos tipos son mínimas (de hecho poblados idénticos se denominan motillas en Ciudad Real y morras en Albacete) se mantiene la diferente nomenclatura para distinguir las que están dispuestas en zonas predominantemente llanas (motillas), frente a las que se disponen en zonas menos llanas, cerros o pequeños espolones rocosos (morras). El aspecto externo e interno de motillas y morras es prácticamente idéntico y obedece al patrón arquetípico de asentamientos circulares, fuertemente fortificados, con diferentes cinturones de viviendas y una torre o atalaya central.
  • Facies castellones o asentamientos de altura: Poblado situado en una altura muy elevada que generalmente está fortificado.

Se cree que la sociedad del Bronce manchego estaba organizada en jefaturas. Desde los grandes poblados fortificados los jefes dominarían la producción agropecuaria de su área colindante y gracias a los excedentes que almacenarían en ellos podrían acceder a los bienes de prestigio que reafirmaban su posición privilegiada.

 

Se piensa que las concentraciones de poblados en torno a determinados lugares constituían una única comunidad cuyo modelo de asentamiento disperso permitía un control efectivo del medio y sus recursos desde puntos estratégicos. Sin embargo, se llegado a asumir que eran comunidades en guerra permanente debido a la propia disposición y fortísima construcción de las motillas y atalayas, así como por los ajuares de las tumbas masculinas, donde aparecen arcos y otras armas. Es probable que cumplieran ambos cometidos: control de pastos, tierras, cursos fluviales y otros elementos vitales y control militar del territorio .

 

Muchos de los asentamientos pequeños albergaban una o pocas familias, en sentido extenso: ascendientes, descendientes y parentela directa. La propia disposición de los asentamientos refleja una cierta posición de subordinación o, mejor, de interdependencia: los centros neurálgicos pueden ser importantes para el comercio e intercambio, pero los centros externos son vitales para el control del territorio.

morra o motilla
morra o motilla

«Arqueología, Hidrogeología y Medio Ambiente en la Edad del Bronce de La Mancha: la Cultura de las Motillas»

 

Este estudio multidisciplinar aborda este asunto desde diferentes puntos de vista, ya que se han sumado investigaciones astronómicas, climatológicas y geológicas a las arqueológicas.

 

Han trabajado en este libro, que recoge los resultados de investigaciones desarrolladas en 2014, Miguel Mejías, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME); Luis Benítez de Lugo, de la Universidad Autónoma de Madrid y UNED; José Antonio López Sáez, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y César Esteban, del Instituto de Astrofísica de Canarias.

 

Respuesta a la aridez

 

«Sabemos que estas construcciones de las motillas son la respuesta de los habitantes de La Mancha en torno al año 2000 y 1800 a.C. a un problema de extrema aridez y tremenda sequía prolongada en el tiempo durante siglos», afirma Miguel Mejías, uno de los autores. Debido a esta situación, según explica, el agua dejó de correr por los cauces superficiales de muchos ríos y arroyos, y los pobladores de esta región pensaron, de forma empírica, que el agua debía estar en el subsuelo.

 

Este libro baraja la hipótesis de que en cada motilla había un pozo que daba acceso al agua subterránea. El estudio ha analizado el caso de cuatro de estas construcciones -la del Cura (Daimiel), la de Retamar (Argamasilla de Alba), la de Santa María (Argamasilla de Alba) y la del Acequión (Albacete)- y en todas ellas se ha llegado a esta conclusión gracias a investigaciones geofísicas. Además de esta red de pozos, se construyeron túmulos, monumentos orientados a los astros, en los que se realizaron complejos rituales, depositaban ofrendas o enterraban a los difuntos.

 

Mejías cuenta que estas motillas no solo servían para abastecer de agua a las personas y animales, sino que también se ha observado alrededor de las construcciones sistemas de regadío, lo que hace pensar en un desarrollo social y cultural en la comarca de La Mancha en la Edad del Bronce. Eran como «grandes oasis» alrededor de los cuales se asentaba la población manchega de aquel tiempo, señala.

 

Son muchas las morras aún por excavar  y muchas de ellas situadas en las inmediaciones de Minaya, La Roda, el sur de Munera, los entornos de Moharras, entre otros muchos parajes.